Este cuento infantil narra la historia de Juanita, una pequeña lechera que llevaba un cantarito de leche sobre su cabeza, encima de un cojinete y que pensaba llegar a la gran ciudad sin detenerse en el camino.
El paso de Juanita la lechera era largo y ligero, calzaba sandalias y un vestido ni largo ni corto pero lo suficientemente cómodo como para que la dejara caminar deprisa.
Mientras caminaba, a la lechera le daba vueltas su imaginación pensando en lo que le pagarían cuando vendiera la leche que llevaba sobre su cabeza y se ponía un poquito nerviosa pensando en que iba a gastar todo ese dinero. La niña lechera se decía que compraría un centenar de huevos de los que saldrían polluelos para criar y andarían todo el día alrededor de su casa y aunque se los comiese algún zorro serían los suficientes para más tarde comprar un cerdo de mediano tamaño, que lo engordaría a base de darle de comer salvado y lo vendería muy grande y hermoso y sacaría el suficiente dinero para comprar una buena vaca que meterían su establo con un becerrillo.
Cada vez, la lechera se ponía más nerviosa y aceleraba más el paso hasta que ya eran brincos lo que daba. Juanita, la lechera pequeña había llenado su imaginación de cosas bonitas y tanto gozo tenía que no se fijó en una piedra en medio del camino de manera que tropezó con ella y la niña y el cántaro fueron al suelo derramándose toda la leche. De esta manera, la lechera tuvo que decir por el momento o adiós a la vaca, adiós al becerro, adiós al cochino y adiós a los polluelos. Para la lechera, ver la leche derramada por el suelo era como ver su fortuna imaginaria echada a perder y por todo esto la niña se prometió que se fijaría mucho más en las cosas importantes que debía de hacer y no estaría siempre tan distraída.